Nacimiento, crecimiento, enamoramiento son grandes eventos en nuestra vida. Como el caracol estamos buscando otro, el principal, el momentazo: el salto a la inmortalidad. Este gran brinco corresponde al que Dios he hecho con nosotros: la Navidad.

      El primer animalillo que se presentó a las puertas del cielo fue el caracol. Pedro se inclinó y lo acarició con el bastón.

            -¿Qué vienes a buscar aquí, caracolillo?, preguntó Pedro

            – ¡La inmortalidad!, respondió.

            -¿Y qué harás tu con la inmortalidad?, dijo Pedro riendo.

            – No te rías -dijo el caracol- ¿No soy yo también una criatura de Dios? ¿No soy hijo de Dios como el arcángel Miguel? Yo soy un arcángel caracol. ¡Eso es!

            -¿Dónde están tus alas de oro, tus sandalias, tu espada?

            -Están dentro de mí. Duermen, esperan, dijo el caracol.

            ¿Y qué esperan?, preguntó Pedro.

            -¡El gran momento!

            -¿Qué gran momento? preguntó Pedro intrigado.

            -¡Este!, – respondió el caracol-. Y al decir «éste», dio un gran salto y entró en el paraíso.