Elena Santiso coordina junto al sacerdote Antonio García Rubio un proyecto pionero en Madrid, las unidades pastorales. Un colegio y cuatro parroquias, que cuentan además con participación de distintas Congregaciones de Vida Religiosa, reman juntos a favor del barrio de San Blas, donde ella creció. Laica, teóloga y muy inquieta. “Nos interesa dignificar la vida de las personas, y contamos con todos”.

¿Qué es una unidad pastoral?

Es un proyecto de acción pastoral que consiste en alimentar la fe de la comunidad. Por ello, trabajamos de manera conjunta cuatro parroquias -San Blas, La Candelaria, San Joaquín y Virgen del Mar- y el colegio López Vicuña en la realidad del barrio, en las necesidades de evangelización que tiene.

¿Cómo se afianza una comunidad en un barrio tan plural como San Blas?

Es importante destacar la buena disposición de los párrocos a la hora de trabajar juntos, tener cierta sintonía unos con otros, pues juntos podemos sumar más. En nuestro caso, yo percibo que hay ganas, esperanza y también la necesaria disposición para formar equipo. Además, en San Blas hay necesidad de encuentro. Existen realidades que nos obligan a movernos, porque o bien salimos y nos abrimos a la indiferencia religiosa que nos rodea, viendo cómo llegar a hacer posible el anuncio del Reino, o nos acabaríamos encerrando cada vez más en nosotros mismos.

¿Cómo responde el barrio? ¿Existían deseos de comunión?

Honestamente, no sé. Quizá no haya habido un proceso de reflexión, pero sí había una sensa- ción de pobreza, de carencia, que casi fue la que señaló la necesidad de abrir los espacios, de salir de nuestra ‘parcelita’. Y desde que se detectó esta situación, sí que es cierto que hemos visto cómo el barrio está respondiendo positivamente. De todas formas, este proyecto está aún haciéndose y somos conscientes de que somos pequeños.

¿Y dónde se hace práctica la unidad pastoral?

Con el tema de los jóvenes, por ejemplo, estamos diseñando un proyecto que dé pie al encuentro con ellos, pues quizá son los más alejados. Un primer paso que ya se está dando ha sido el de crear un grupo base, que junto a ellos está acondicionando un local. Intenta- mos que sean ellos los que conso- liden el proyecto y se hagan cargo de invitar a los demás. Es un lugar de encuentro que no es ofrecido por ninguna parroquia, sino que es para los jóvenes del barrio.

Con los inmigrantes, estamos ideando unos grupos de fe y vida donde ellos sean los protagonistas, y que ellos promuevan.

¿Y este compromiso con el Evangelio va más allá del entorno pastoral de catequesis o grupos parroquiales y se hace efectivo a pie de calle?

Creo que todos hoy percibimos un clamor. La vida está exigiendo recuperar sentido, valor y hondura. Es difícil cerrar el oído a los mensajes que te llegan de la calle, y que nos piden una implicación también de puertas para fuera y por eso, personalmente, los hay que, a favor de trabajar la coherencia, están implicados en oenegés o concejalías de este distrito. Evidentemente, tenemos que intentar adaptar el cómo llegar, pero no podemos dar la sensación de quedar- nos encerrados, y por ello también hay una dimensión importante a nivel de militancia.

Otra manera que tenemos de hacernos presentes es a partir de la comisión de pastoral de la salud, donde se establecen relaciones muy directas con personas que no tienen porqué estar ligadas a espacios católicos pero que sufren situaciones que nos afectan e interpelan, como la soledad, o la enfermedad.

¿Se percibe demanda espiritual en aquella parte del barrio que no quiere acercarse a una Iglesia?

Hay una serie de temas en la mesa, que en referencia a lo que me pre- guntas queremos poner en marcha. El primero es el apateísmo, es decir, esta indiferencia que puede llegar a darse con respecto a Dios. Y nosotros notamos que se hace más patente en la juventud actual. Es tal el cambio que existe en estas nuevas generaciones que debemos de encontrar vehículos que nos ayuden a llegar a ellos.

Otro tema a tener en cuenta es el ecumenismo, dado el número de evangelistas que conviven en el barrio.

¿Qué te reporta personalmente estar implicada en un proyecto así?

Concreta esta opción de fe. Estamos aquí para hacer posible un proyecto, que es acercar el Reino de Dios y una de las maneras es esta. En el fondo se trata de poner a disposición de los demás aquello que Dios me ha dado. También pienso muchas veces que formar parte de la comisión que dirige esta unidad pastoral me da la urgencia para no acomodarme, y sobre todo, para poder crecer. Además, me abre a una pluralidad, a tirar ‘con otros’. A sentirse comunidad.

Monseñor José Cobo, antes de ser nombrado obispo, fue vicario para este barrio de Madrid, y estuvo trabajando con Juan Antonio Cuesta, párroco de San Blas, viendo cómo podía salir adelante el proyecto de las unidades pastorales. Él lo respaldó desde el principio, y siempre que ha pasado a saludarnos nos pregunta en qué punto nos encontramos. El actual vicario, José Luis Díaz Lorenzo, también está muy interesado. Quiso venir a la Asamblea de octubre y tiene pendiente una visita en la próxima reunión.

Ahora mismo nos organizamos en torno a una Asamblea, que va viendo cómo se trabaja y propone líneas de acción. Más tarde, decidimos crear una comisión más permanente donde también están los párrocos de cada parroquia, la secretaria y la tesorera de la unidad pastoral. Buscamos incluir a todos ellos para dar mayor pluralidad. Finalmente, estamos Antonio García Rubio y yo, coordinando el buen funcionamiento.