Dos periodistas con un objetivo elemental. El primero es obligarnos a reflexionar sobre el mundo, proporcionando datos que toman de la plataforma en que desempeñan su oficio. El segundo, analizar los complementarios para un mejor desarrollo. Anaclara Padilla trabaja en la Fundación PROCLADE y Miguel Ángel Malavia es redactor en la revista Vida Nueva. Se les plantea una misma pregunta: ‘¿están las instituciones en crisis?’. Defienden con gallardía sus opiniones, aunque no vienen a hacer de la exposición de sus ideas un vehículo en el que demostrar su militancia. Porque no hay nada de eso. Solo libertad y decencia.

Salvemos la última utopía: la esperanza en el sistema

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | ¿Cómo podemos pedir a nuestros jóvenes que confíen en el proyecto de la Unión Europea, teóricamente arraigado en el “humanismo cristiano” de sus fundadores, si, cuando toca hacer frente a la mayor crisis humanitaria en décadas, cerramos las puertas al sufrimiento de millones de personas que huyen de una muerte segura? ¿Cómo les vendemos la falacia histórica de que el colonialismo (ayer político, hoy económico y empresarial) del mal llamado Primer Mundo es ajeno al deterioro social en tantos países del mal llamado Tercer Mundo? ¿Cómo podemos hacerles entender el hecho de que Italia venda como una “victoria” el negar la atención en uno de sus puertos a un barco en el que van a bordo 629 personas que tratan de no morir en alta mar? ¿Cómo puede aceptar toda persona cabal que ante tal tropelía no pase nada y el populismo (en el caso de Italia, abrazados al poder el xenófobo de extrema derecha y el populismo zurdo) se apunte una victoria más, haciéndonos ver que “defiende nuestra auténtica identidad”?

¿Cómo podemos pedir a nuestros jóvenes que confíen en la política si no pasa un día en que los medios nos surtan de casos de corruptelas y luchas de poder egoístas? ¿Cómo podemos pedir a nuestros jóvenes que confíen en la Universidad si los medios han desnudado en los últimos meses significativos casos en los que se ofrecen a determinados políticos regalías en forma de títulos y cargos? ¿Cómo podemos pedir a nuestros jóvenes que confíen en el deporte si los medios han sacado a la luz cientos de casos de dopaje, fraudes con las apuestas y hasta la compra con sobornos y favores de los Mundiales de fútbol de Rusia y Qatar, país este último que ha dejado morir en condiciones esclavistas a 2.000 inmigrantes que les han construido sus lujosos estadios? ¿Cómo podemos pedir a nuestros jóvenes que confíen en los prpopios medios si la gran mayoría son rehenes de los intereses de las empresas que los dominan y que fijan sobre qué interesa informar y sobre qué es mejor callar?

¿Y la Iglesia? Sintiéndolo mucho, no puede escapar del juicio triste… La mayoría de nuestros jóvenes no confía en una institución que entienden que no les escucha y, aún peor, ni siquiera les pregunta. Por no hablar de los escándalos (en forma de abusos o penosas gestiones económicas) que la azotan.

¿Hay esperanza? Por supuesto. Y anida, precisamente, en el corazón de la comunidad viva que fundó Jesús de Nazaret. Los jóvenes (y todos en general) admiran y siguen a quienes se entregan generosamente por los demás sin pedirles explicaciones ni carnets de nada. Miles y miles de sacerdotes, religiosos y laicos contagian una pasión por el hombre que va a contracorriente. También la legión de voluntarios en todo tipo de entidades.

 

Miguel Ángel Malavia es periodista e historiador

Que siga el mundo que yo me quedo

ANACLARA PADILLA | Cuando sientes que los partidos políticos mayoritarios se han convertido en máquinas de corrupción; que los sindicatos no te representan; que la mayoría de los medios de comunicación están al servicio del poder; y que para las empresas sólo eres un consumidor, podría parecer que el “Paren el mundo que yo me bajo” de Groucho Marx tiene más sentido que nunca.

Caer en el pesimismo es fácil. Pensar que ya no se puede confiar en nada también. Pero el ser humano necesita algo a lo que agarrarse para seguir caminando, seguir confiando, seguir creyendo. Cada vez son más las personas que, ante la tentación de bajarse del mundo, optan por meterse de lleno en él para mejorarlo. Y lo hacen a través de las ONGs, la única institución que, según el Barómetro de la Confianza 2018 de Edelman, sigue aprobando, con notable, en confianza de la ciudadanía. Mientras, gobiernos, medios de comunicación y empresas suspenden de forma rotunda.

Pero no se trata de una confianza hacia las ONGs estéril. Es una confianza que no se queda en la boca, sino que pasa también a las manos y al corazón. Entre el 2008 y el 2014, algunos de los peores años de la crisis económica, el número de personas que realizaban un voluntariado en alguna ONG aumentó un 38%. Y en 2017 ya eran 2,2 millones los españoles que colaboraban de esa manera.

Y es que la crisis puede que nos haya hecho más pobres, pero también nos ha hecho una sociedad más empática. Ante el dolor ajeno, y en ocasiones ante la imposibilidad de ayudar económicamente, ponemos al servicio de los demás nuestro tiempo y nuestras manos. Y eso lo hemos notado en Fundación PROCLADE, donde seguimos recibiendo personas con ganas de colaborar.

 

Cuando parece que está todo perdido, las organizaciones sociales seguimos ahí para recordar a las personas que otro mundo es posible y que ante problemas colectivos hay que dar respuestas colectivas. Que como diría San Antonio María Claret hay que ‘hacer con otros lo que solos no podemos’. Y sin duda, ese mensaje da confianza y ganas de seguir rodando en el mundo.

 

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