Este libro es un love story japonés. El autor, Kyoichi Katayama (1959), ensayista, novelista e ingeniero, ha vendido tres millones de ejemplares en Japón. Es una historia de amor entre adolescentes con un final, o principio -pues está escrita en flashback- triste. El romanticismo sigue exigiendo sus lágrimas, también en la cultura japonesa, que parece ser que no llora con facilidad. Todo comienza así: “Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre…”, y transcurre por el mundo de las pequeñas cosas de dos enamorados de dieciséis años. Pequeñas cosas para una historia de amor con mucho sentimiento. Minimalismo, que puede hacer que tú también te enamores de Aki, si no te resistes mucho a tu vena sufridora, y pases las lasibulaciones de Saku, un Romeo algo soso, pero muy entregado, sin llegar a ser el joven Werther. También hay un abuelo japonés, con su romanticismo y todo, que ha amado en silencio, y sirve de modelo para nuestro héroe.

Al final es una historia triste, estupenda para un verano de lecturas desconsoladas, o si hay alguna pena en tu corazón roto… Lo que es cierto, es que supera aquella simpleza americana del final de Love Story, cuando “amar era no tener que decir nunca lo siento”, en la versión japonesa hay algo más de densidad: “Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirte adiós”, pero ¡no tan deprisa!