IVÁN ZAMORANO | Ha saltado al escenario mediático hace pocos meses, pues resultó galardonado con el Premio David Gistau, que concede el Grupo Vocento y Unidad Editorial, pero muchos ya le conocíamos de antes. Alberto Olmos (Segovia, 1975) es irreverente y elegante a la vez. Sus escritos derrochan sensibilidad e ironía. Sus columnas en el diario ‘El Confidencial’ vienen envueltas en un aura castellana, aquella que dice exactamente lo que quiere decir, con palabras y silencios. Todo suma. Su última publicación, ‘Irene y el aire’ (Seix Barral, 2020), engarza muy bien con sus anteriores, no en vano ha toreado en el ruedo de la autobiografía, que no autoficción. Él mismo separa las diferencias entre ambas con estas palabras: “Cuando leas mi libro sabrás algo sobre mí que podrás usar en mi contra, mientras que cuando leas la autoficción de otro sabrás algo de él que el otro usará para reírse de ti, porque sea lo que sea que haya escrito es mentira. En la autoficción nadie se retrata miserablemente sino con mucho éxito en la vida. La autoficción sublima la miseria de un autor y también la de sus amigos, que salen todos en el libro saludando”; y como parece que pocas cosas le irritan más que el postureo -“no puedo soportar el cinismo, la hipocresía… Me da para columnas, pero también mucha rabia”- vino a decir la verdad. Si le preguntas si existen muchos precedentes, responde que “toda buena autobiografía trata de un don nadie”.

‘Irene y el aire’ es, -tal como explica el texto de cuarta de cubierta-, “el relato de una promesa: que vas a ser padre. La historia de la Humanidad avala el cumplimiento de lo prometido, y un embarazo es indistinguible de otro embarazo. Pero cada nacimiento es una epopeya, a veces dramática, casi siempre feliz, llena de inquietud, humor, significaciones sociales y miedo, mucho miedo. Un largo camino extraordinario hasta que el niño toca el aire”. Ahora bien, el propio Olmos ofrece su peculiar mirada, y habla de su libro partiendo de un verso de Mark Strand: ‘One step ahead of the dark’. Un paso por delante de la oscuridad. “Eso es nacer: ir solo un pasito por delante de la oscuridad. […] La oscuridad te pisa los talones mientras avanzas hacia tu primera luz y tu primer aire. Luego sigue persiguiéndote toda la vida, y gana. Pero este es un libro feliz. Todos vamos a dejar este mundo sin entrar en la Historia, pero al menos nacer lo supimos hacer. Eso quería contar en mi libro. Hay que estar orgulloso de haber nacido. Hay que reivindicar los méritos de nacer. La gente no se da cuenta de que solo tuvo esa oportunidad, y lo hizo bien. No lo recuerda. […] Que no se nos olvide que nuestro principio fue la grandeza”.