Dietrich Garstka tenía 17 años cuando fue expulsado junto con toda su clase de graduación en la escuela secundaria, disuelta el 21 de diciembre de 1956 por orden del camarada ministro de Educación. Cinco minutos de silencio en una clase de historia a finales de octubre fueron el motivo. Se trataba de una protesta contra la sangrienta represión de la Rusia soviética durante la revolución húngara de 1956. En la Alemania Oriental aquello era atentar contra la esencia del socialismo y alentar la contrarrevolución de Occidente. 50 años después y tras 16 de la caída del muro de Berlín escribió un libro para hacer memoria de aquella olvidada revuelta. El 20 de febrero del 2018 se estrenaba la película homónima, solo dos meses después moría el autor.

El director alemán Lars Kraume se plantea realizar una película testimonial más que política, sobre las personas detrás de un régimen totalitario. La diversidad del grupo de los estudiantes, con unas interpretaciones notables, muestra la ingenuidad y la fuerza de cada uno, con sus dramas enfrentados a una situación que les supera. Sus cinco insignificantes minutos de silencio se han convertido en una provocación para el poder comunista. La escuela, como toda la sociedad, está bajo vigilancia y los profesores se deslizan hacia comisarios políticos. Las familias de los jóvenes nos permiten reconocer la situación de opresión y el hostigamiento ante cualquier desviación en la que vivían.

Tras la protesta inicial, la investigación política pretende desenmascarar a los “cabecillas”. El poder busca el castigo expiatorio actuando a través de sus peones como un sistema. El director entre aguas turbulentas, el representante municipal también inflexible padre de uno de los muchachos, la delegada “policial” del consejo escolar y el ministro de educación caricatura del mal. Del lado de las personas, cada estudiante, en su fragilidad, se ve enfrentado a una maduración con las horas contadas. La trama se va entrecruzando manteniendo el atractivo y la tensión de la historia a la vez que el interés, ya que poco a poco aparecen los dilemas de conciencia. ¿Seguir adelante o doblegarse? ¿Traicionar o mantener la amistad?

Si en “El club de los poetas muertos” (1989) era una rebelión de adolescentes-bien frente a la imposición familiar en un mundo acomodado y el provocador era un profesor.  Aquí se trata de enfrentarse a un sistema de dominación, con un viejo de vive en las afueras del sistema como único aliado.  El coraje, la coherencia, la amistad y la adultez se van reuniendo mientras la inspiración religiosa aparece al fondo (una cruz, una iglesia, un pastor, el toque de una campana). Especialmente interesante para educadores -el autor era profesor de secundaria- y alumnos, no defrauda al público general que llega a reconocer el valor de los pequeños gestos. Aunque no pasan a la historia, la construyen. El silencio aquí es un compromiso elocuente. La película rompe el silencio haciendo memoria.