IGNACIO VIRGILLITO ANDRADES | A David Martínez de Aguirre (Álava, 1970) pocas cosas le arredran. Es religioso dominico, misionero y obispo del vicariato apostólico de Puerto Maldonado, que cuenta con más de 150.000 kilómetros de selva. El Papa le ha dado un papel importante en el próximo Sínodo de la Amazonía, y él lo espera con pasión. Como todo lo que hace. “Creo que en este momento puedo decir que soy el misionero que más se ha mirado la geografía. No digo desde el Google Earth, sino sobre todo en canoa, avioneta y carretera”.

En Puerto Maldonado se extrae el 70% del oro de Perú y es el sexto país a nivel mundial de los productores de oro, ¿cómo se explican las condiciones tan precarias de la vida de la gente?

Ocurre que en Madre de Dios se extrae un oro de aluvión (es decir, mediante minas a cielo abierto donde se separa el metal de los materiales de aluvión con un sistema de cribas y lavaderos) y este tipo de trabajo, además de caracterizarse por ser muy precario, atrae a todas las bolsas de pobreza de los Andes. El Papa, cuando en Laudato Si’ dice que el grito de la tierra es el mismo que el de los pobres, expresa certeramente lo que nosotros estamos viendo día a día. La degradación humana y la degradación ambiental van de la mano porque una lleva a la otra. En el oro de aluvión la ilegalidad es una constante. Ocurre también con la madera, aunque a otra escala. Pero en ambos se repite el mismo esquema que trae consigo prostitución, delincuencia, trata de personas para fines de comercio sexual y también de explotación laboral. Son todas situaciones tremendas. Y como ocurre siempre en estas realidades, la inestabilidad es lo que más crece. Y comienza una rueda donde una inestabilidad personal acarrea una inestabilidad social, que se materializa en una medioambiental… Es una pescadilla que se muerde la cola. Y todo esto ocurre en esta zona en torno a las explotaciones en la selva. Pero es que se tiene la concepción de la selva como si fuera una despensa inagotable. Un lugar que en realidad no es de nadie, una tierra libre donde puede ir cualquiera, coger lo que desee y marcharse pensando que los recursos son ilimitados. Esta idea ya ha sido denunciada, y tenemos que seguir haciéndole frente, pues es totalmente perniciosa. Arrasa con culturas, pueblos, naturaleza y con las propias personas. 

Es también una de las regiones amazónicas con mayor deforestación en el Perú ¿Los propios maldonadinos cuidan de su tierra? 

Yo digo que no son solo las multinacionales las que están sacando el oro. Son nuestros feligreses. Pero digo también, son nuestros pobres. Son maldonadinos pero también son gente que viene por temporadas a trabajar. La gran bolsa de pobreza da lugar a un mundo muy roto. Ahora bien, es muy fácil que nosotros desde Europa hablemos de cómo se está destruyendo la Amazonía, y colguemos sambenitos a los destructores de la selva. Y es cierto que lo son, y que hay que frenarlos porque lo que hacen no es justificable. Pero quiero decir que es muy fácil decirlo desde una posición cómoda desde Europa, o en Lima. Pero nadie quiere asumir la pregunta final, la de qué pasa con estas bolsas de pobreza. Y qué pasa con este Estado que es incapaz de dar una respuesta a su propia ciudadanía y no sabe generar unos modos de vivir que vayan a favor del bien común y del sostenimiento y cuidado del medio ambiente. Nos atrevemos a juzgar sin cuestionar nuestros propios hábitos de vida y cómo estos dan pie a que estas situaciones se perpetúen.

El otro día escuché la noticia de la religiosa asesinada en Centroáfrica, y parece ser que la causa estaba relacionada con unos pseudo-rituales, una especie de sacrificio humano para saldar deudas con la tierra. Un pago a la tierra. En el fondo, rituales para conseguir más diamantes. Pues en África, como en Perú, pasa lo mismo.

¿Cómo se organizan las familias para salir adelante? 

En Madre de Dios las familias salen adelante con la minería ilegal. Pero ha habido un cambio en este último año y yo quiero pensar que la presencia del Papa en Puerto Maldonado ha repercutido. Lo cierto es que desde hace un año tanto Asociaciones de Mineros como Gobierno Regional, Estado y sociedad civil comenzaron a sumar fuerzas para terminar con esta lacra de la minería ilegal. Es decir, allí donde se estaban arrasando 12.000 hectáreas de zonas protegidas, se ha comenzado a decir que no a esta forma de vida: no a la trata, no a la delincuencia, y no enriquecerse de esta manera. 

Las familias están buscando alternativas. Y nosotros desde Cáritas también lo apoyamos. Por un lado, invertir en la agroforestería, es decir, productos que tiene la selva y a los que no hemos dado valor. El más famoso es la castaña, pero todas las zonas son muy ricas y hay muchos productos que nos pueden ofrecer alternativas. También deberíamos pensar en el turismo. El 65% es área natural sin contar con las áreas protegidas. Estamos hablando de una riqueza tremenda. Hay un potencial, pero tenemos que conseguir que las cifras de la macroeconomía que nos sitúan como una zona en crecimiento lleguen a visibilizarse en la olla del pobre. 

Según la web de Front Line Defenders, 2 de cada 3 activistas que trabajan en la defensa de los derechos medioambientales y de los derechos de los pueblos indígenas fueron asesinados en el 2018 ¿qué explicación le encuentras a que la defensa de la tierra se cobre tantas vidas?

Es porque estamos hablando del segundo lugar geoestratégico del planeta (el primero es Medio Oriente) en cuanto a la extracción de recursos naturales. Tiene el 20% del agua dulce del planeta, tiene una enorme riqueza genética que está sin explorar, hay cantidad de minerales… En torno a estas características hay muchísimos intereses. 

Pero también hay una triste realidad. Uno tiene la sensación de que se hace negocio con la ecología y con los pueblos indígenas. Se busca el negocio hasta en los pobres. 

¿Y esto? 

Mira, los pueblos indígenas ‘no contactados’ mueven cantidades enormes de dinero. Y resulta paradójico, porque ellos ni siquiera saben lo que es el dinero. Y, ojo, que mi vida va en la defensa de estos pueblos… Pero para que te hagas una idea de lo que quiero decir, imagínate la siguiente situación que por desgracia es real. El hecho es que hay pueblos indígenas que por circunstancias viven aislados en medio de la selva. Bien, pues se generan unos espacios para que ellos vivan y estén ahí. Consideramos que su estado natural es el aislamiento. Pero ¿qué pasaría si estos pueblos decidiesen saltar la línea que se ha trazado para su defensa? ¿Qué pasaría si ellos decidieran salir? ¡Pues, adiós! ¡Todo mi mercado se viene abajo! Y entonces esto no se puede consentir, y se presiona para que los indígenas se queden donde están, no vaya a ser que la Federación que se ha levantado para defender la causa indígena se quede sin recibir recursos. O que la oenegé se venga abajo. O que los libros que traten el tema dejen de venderse. O que todo el dinero que recibe el Ministerio para la defensa de sus costumbres deje de percibirse. 

Ahora, vamos a ponernos en la situación contraria. Recuerda el discurso que tenía Alan García, cuando decía que estos pueblos deben incorporarse a la sociedad, y que mejor sería hacer como si sus costumbres no existieran. Y no, esta perspectiva es también aniquiladora. 

Tanto un discurso como el otro miran a las comunidades indígenas con condescendencia, infantilizándoles y considerándoles como menores de edad. Al final los dos resultan igual de prepotentes y consideran al otro como no capaz de tomar sus propias decisiones. Y hay que dejarse sorprender, estar a la escucha. Ayudar es otra cosa. 

¿Qué diferencias hay entre lo que entendemos por ecologismo en Europa y lo que se entiende en la Amazonía? ¿Qué consecuencias directas de la falta de cuidado del planeta percibes que ya se están sufriendo allí?

Todo está interrelacionado, como decíamos antes, aunque los nativos no llevan los collares de oro que se venden en Europa. Y las consecuencias, bueno, son las propias de este mundo nuestro. Me refiero a este consumismo inagotable, este generar constante de necesidades insaciables. Nos falta la conciencia crítica de decir: vamos a parar. Ya no necesito más. Hay quien concibe el mundo de otra manera. Los hay que dicen que si no consumimos, la economía se detiene. Pero si esto fuera verdad, ya es hora de ir buscando otro modelo. 

¿Por qué la voz del pueblo indígena del Perú en el diálogo a favor del cuidado del planeta ha de ser escuchada?

Porque son sociedades contemporáneas con otro estilo de vida. Ellos son los que podrán reconducir la historia por otro camino porque son sociedades alternativas. Y fíjate que los países desarrollados se adjudican la autoridad suficiente para opinar en la vida de los pueblos indígenas. ¿Pero dejan que la opinión de los pueblos indígenas afecte al resto de países? De eso, ni hablar. Pues, mira, precisamente eso es el Sínodo. Felicitemos al Papa Francisco porque ha metido a los nativos en el medio de la mesa de negociación para preguntarles qué piensan de este mundo. Necesitamos oír su voz, que bastante se ha opinado ya de la vida de ellos. 

Y yo siento que, pese a toda la vergüenza que tiene que cargar la Iglesia por todos sus pecados, con el Sínodo de la Amazonía hemos de darnos la enhorabuena porque la Iglesia es la única institución que va a hablar de la Amazonía situando a los indígenas en el centro. Las comunidades, en el corazón de Roma. 

Yo eso ya lo noté cuando el Papa puso el pie en Puerto Maldonado y nos dijo que quería empezar la visita por nosotros. Quien sepa captar los signos, que valore esto. Que los no escuchados, aquellos a los que no se les permite entrar a decidir nunca nada, tuvieran voz.