Óscar Romano, Capellán de la cárcel de Villena.

I

No era la primera vez que entraba a una prisión. En dos ocasiones tuve la oportunidad de conocer esta realidad. Cierto que distinta. Fue en Honduras. Durante el año que pasé de experiencia misionera, curso 95-96. El presidio estaba en una de las comunidades que yo atendía. Semanalmente visitaba la cárcel con un grupo de voluntarios de la comunidad. El hacinamiento, la pobreza, la falta de esperanzas marcaban cada una de mis visitas. Y hubo una segunda ocasión, hace unos diez años: con un grupo de voluntarios de una ONG española dábamos unos talleres de habilidades sociales. En fin, poca cosa: que era distinto, pero igual.

Trámites. La primera vez que entré en Villena fue para organizar el papeleo necesario. Iba con el nombramiento que había que hacer efectivo. Datos y fotos. Conocer a subdirectores, psicólogos, trabajadores sociales, algún funcionario. Y entrada al patio. Primeras imágenes en la retina: muros, cámaras, puertas, barrotes. Me insistieron: no puedes meter nada a la cárcel, hay que entrar con los bolsillos vacíos. Me pareció una idea sugerente: es bueno vaciar miedos, prejuicios, sospechas… cuando atraviesas la puerta.

Ahora te toca a ti. Si el primer día era yo quien (se) hacía muchas preguntas, las siguientes veces la pregunta era para mí, ¿quién eres tú? Entendía que era alguien nuevo que llegaba a su mundo, que debía descalzar el alma, que pisaba tierra sagrada. Miré al cielo, como queriendo buscar respuesta a ese quién eres tú… Miré al cielo, y otra idea martilleó mi mente: quienes aquí viven siempre contemplan el mismo cielo, siempre están, siempre nos esperan.

II

No estoy solo. Somos muchos. Estoy muy agradecido a los voluntarios de Villena de los que tanto he aprendido. Desde el primer día lo tuve claro: solo sé que no sé nada, que es tiempo de aprender. En los viajes, en las reuniones, en los encuentros, en los detalles. Y siento que forma parte de una familia más amplia: la Pastoral Penitenciaria de Orihuela-Alicante. Un grupo humano de extraordinaria calidad, para compartir tantas experiencias. Una familia que crece cuando nos reunimos con la pastoral de Castellón y de Valencia (ahora también de Murcia). Y con todos los capellanes y voluntarios en los distintos centros de toda España.

Mucha vocación. No se es voluntario de pastoral penitencia por capricho, o por deseo de sobresalir, por compasión, o simplemente por hacer algo por los demás. Hay mucha vocación detrás. Porque hay muchas instituciones que entran a los centros penitenciarios, pero quien acuden desde pastoral sienten profundamente la llamada de Dios a realizar esta tarea. Nadie va en nombre propio, vamos enviados.

Qué hacemos allí. Mucho o nada, todo depende del color del cristal con que se mira. Lo más importante es estar. Somos la presencia de Dios en un lugar del que parece pudiera haber desaparecido. Y además: escuchar, tienen muchas no solo de hablar, sino de ser escuchados (que no es lo mismo); y desean recibir un mensaje de esperanza, frente a tantas noticias desalentadoras. Y compartir la fe, en las celebraciones. Y aliviar sus necesidades: de ropa o de llamadas. Y prepararles “la casita”. Alucino: qué sentirá una persona cuando, tras varios años a la sombra, la primera persona que ve en la libertad de un permiso es alguien de la Pastoral Penitencia…

III

Sinagoga de Nazaret. Acudo al Evangelio, el gran recurso para poner siempre luz en la vida, al de Lucas, especialmente misericordioso siempre, a los primeros momentos de la vida pública de Jesús. Capítulo cuarto, 16ss. En la sinagoga de su pueblo: El Espíritu de Dios me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los oprimidos, a liberar a los cautivos… El mensaje del Evangelio es liberación.

Juicio final. Y casi al final de Mateo, el juicio final, capítulo 25: estuve en la cárcel y me vinisteis a ver. Ahora la Palabra se hace compromiso.

Palabras del papa Francisco: Me gusta todo el mensaje, pero por destacar algo: “Todos sabemos que muchas veces, lamentablemente, la pena de la cárcel puede ser pensada o reducida a un castigo, sin ofrecer medios adecuados para generar procesos. Es lo que les decía yo sobre la esperanza, es mirar adelante, generar procesos de reinserción. Este tiene que ser el sueño de ustedes: la reinserción. Y si es larga llevar este camino, hacer lo mejor posible para que sea más corta, pero siempre reinserción. La sociedad tiene la obligación, obligación de reinsertarlas a todas. Cuando digo reinsertarlas, digo reinsertarlas a cada una, cada una con el proceso personal de reinserción, una por un camino, otra por otro, una más tiempo, otra menos tiempo, pero es una persona que está en camino hacia la reinserción. Y eso métanselo en la cabeza y exíjanlo. Esto es generar un proceso. En cambio, estos espacios que promueven programas de capacitación laboral y acompañamiento para recomponer vínculos son signo de esperanza y de futuro. Ayudemos a que crezcan. La seguridad pública no hay que reducirla sólo a medidas de mayor control sino, y sobre todo, edificarla con medidas de prevención, con trabajo, educación y mayor comunidad. (Santiago de Chile, 16 de enero de 2018).

IV

Antes de comenzar esta tarea las únicas noticias sobre la cárcel eran las que me llegaban a través del algún amigo funcionario, o lo que llegaba por las noticias, generalmente morboso: por lo truculento o porque afectaba a algún personaje famoso.

Este tiempo he aprendido a leer las noticias de otra manera. Me duele que se pidan alegremente años y años de condena por algún delito. Si supieran lo que es pasar un solo día… Y que vuelva a estar sobre la mesa la Prisión Permanente Revisable…

El poco tiempo que llevo me hace pensar en una palabra: ESPERANZA.

 * Texto originalmente publicado en el número 85 de la revista ‘La Puerta’, dedicada a la pastoral penitenciaria de la diócesis de Orihela-Alicante