Hay testimonios preciosos en nuestro Centro San Camilo (mayores y enfermos al final de la vida) y en el Centro de Escucha, de personas que encuentran un modo resiliente de atravesar situaciones de tanto dolor y sacan fruto del sufrir aumentando su compasión para con otros, generando ayuda recíproca en grupos de mutua ayuda, reconstruyendo corazones rotos, pidiéndose perdón o dejando legados de agradecimiento al cierre de la propia vida. Hay muchos oasis de compasión y solidaridad en torno a la pasión por el Reino.

Hoy día la salud va más lejos de saber tratar y curar enfermedades. Hablamos de la humanización, que acerca la salud a las necesidades reales de los pacientes. Y eso tiene mucho que ver con acompañar y ofrecer confianza. En definitiva, con el bienestar. Porque la sociedad quiere vivir cualquier etapa de la vida con dignidad, sea, o no, la última. La demanda, por tanto, es clara: “Hay necesidad de seguir dando pasos para que la humanización pase de ser una moda a ser un modo de pensar acerca del ser humano enfermo, y de asistirlo y cuidarlo”, tal como afirma José Carlos Bermejo, religioso camilo y director del Centro San Camilo, Centro Asistencial de Humanización de la Salud que es reconocido por las iniciativas que tienden a generar cultura de una atención personalizada. Una labor que la sociedad comprende y reclama. El ciudadano es el que demanda un trato -aún pendiente- de mejorar la salud en todos sus aspectos, y así lo deja patente el último Barómetro Sanitario realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Según ese estudio que recoge las opiniones de casi 8.000 ciudadanos sobre el estado del sistema nacional de salud, el trato que el médico da a los pacientes es uno de los aspectos que más necesita mejorar.

Entre todos y todas podemos hacer posible una nueva forma de vivir y trabajar más humana y más digna

Muchas veces tendemos a encerrar esa humanización en un gesto amable, una palabra de compasión o simplemente en el buen trato, pero no es eso. La relación con el paciente no debe pasar por tener con él una actitud paternalista, sino de respeto a cómo está asimilando el proceso de enfermedad. La dignidad de cada persona es la clave sobre la que se asienta la humanización. En este sentido, es de valorar el aporte de la Iglesia, que contribuye a la causa con una sana antropología a favor de construir un concepto de salud a la medida de cada persona; es decir, no solo se debe tener en cuenta las causas que dependen de condiciones biológicas.

En segundo lugar, tampoco podemos olvidar cómo la Iglesia añade a la sociedad, optando al libre concurso de servicios que se prestan, un conjunto de programas asistenciales destinados a personas especialmente vulnerables, como los enfermos al final de la vida, personas con discapacidad, ancianos, y otros colectivos especialmente vulnerables y, en ocasiones, excluidos. Pero también hay otra labor que se realiza desde las parroquias, y que de manera silenciosa y continuada proporciona a los enfermos comunicación, apoyo y sobre todo escucha. El equipo de pastoral de la salud, que financia Cáritas parroquial, es bien conocido en el barrio y pone de manifiesto que no hay que irse muy lejos para ofrecer esperanza. Hay signos que nos remiten a la santidad estando también en la puerta de al lado. El religioso claretiano Victorino Rey, responsable de esta pastoral en la parroquia de San Antonio María Claret de Madrid, lo expresa con estas palabras: “Por encima de toda filantropía está siempre la virtud teologal de la caridad. Por eso es una bendición esta actividad nuestra de índole humanitaria y cristiana. Encontrarse con el enfermo satisface a visitadores y visitados, pues tanto unos como otros humanizan y divinizan la Pastoral de la Salud. Eso sí, siempre guardando la discreción y el secreto profesional y alentando el respeto a la inviolable intimidad de la persona, de cada hijo de Dios”.

A todos nos pasa que anhelamos salud cuando sufrimos. “Salud/salvación”, matiza el P. Bermejo. Por ello, “la ayuda espiritual es lo más específicamente humano. Es lo que nos permite acompañar a las personas en el modo más específico en que vivimos el enfermar, el morir, el dolernos… A veces, la ayuda espiritual cristaliza también en acompañamiento religioso, pero una no se reduce a lo otro. La esperanza que reclama el enfermo se pone de manifiesto en el encuentro interpersonal, particularmente cuando este es humanizado. Unos para otros podemos ser anclas donde apoyarnos”, explica. “Esto del humanismo tiene mucho que ver con el cristianismo”, matiza el P. Rey. “Nuestra actividad parroquial pretende incorporar esta humanidad que Leonardo Boff decía de Jesús: solo Dios podría ser tan humano. Por eso el objetivo principal que debe tener la Pastoral de la Salud es que el enfermo descubra la presencia de Dios en su vida”.

Jornadas de Pastoral de la Salud

La Conferencia Episcopal Española convoca del 17 al 20 de septiembre las Jornadas nacionales de delegados de Pastoral de la Salud, que este año estarán dedicadas al voluntariado: “«Gratis lo habéis recibido. Dad gratis» (Mt 10, 8)..

Actualmente hay más de 18.500 voluntarios dedicados al cuidado de los enfermos y por ello, el departamento de Pastoral de la salud, dentro de la Comisión Episcopal de Pastoral, ha convocado unas del 17 al 20 de septiembre, con el fin de poner en común las experiencias de los voluntarios y profundizar sobre la formación de éstos. Para el P. Bermejo se trata de un punto fundamental: “hemos de comprometer a todos los profesionales, afrontando las resistencias de algunos grupos, particularmente los médicos. Es necesario seguir dando pasos para que la humanización impregne la formación universitaria de los futuros profesionales”.

Otro de los objetivos será descubrir nuevos modos de proponer a los jóvenes el compromiso de cuidar y acompañar a los enfermos y tomar conciencia de las dificultades sociales sobreañadidas a la enfermedad.

 

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